¿Más dinero, mejor salud? No siempre

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MARTES, 28 de abril de 2020 (HealthDay News) -- A las personas jóvenes que logran salir de la pobreza por sus propios medios quizá no les vaya mejor cuando se trata de su salud cardiaca, sugiere un estudio reciente.

Los investigadores encontraron que los adultos de EE. UU. "que ascienden socialmente" tendían a estar menos estresados y deprimidos que sus pares que pasaban todas sus vidas por debajo de la línea de la pobreza. Lamentablemente, esto no hizo una diferencia respecto a su salud cardiovascular.

Eran igual de propensos a tener afecciones como la obesidad y una presión arterial, un azúcar en la sangre y un colesterol elevados, encontró el estudio.

Los resultados podrían parecer sorprendentes, comentó la Dra. Nieca Goldberg, cardióloga y experta voluntaria de la Asociación Americana del Corazón (American Heart Association). Después de todo, tanto unos mayores ingresos como una mejor salud mental se han vinculado de forma constante con una mejor salud física.

"Pero puedo pensar en algunos motivos del hallazgo", dijo Goldberg, que no participó en el estudio.

"Cuando se piensa en ello, son personas que trabajan mucho", observó. "Quizá se enfoquen mucho en sus trabajos, a costa de otras cosas. Tal vez no tengan tiempo para hacer ejercicio, o acaben comiendo mucha comida rápida".

En comparación con las personas cuyos ingresos siguieron siendo bajos, tal vez estén menos preocupadas por el dinero y la seguridad, y por tanto tengan una mejor aptitud mental, señaló Goldberg. Pero eso no necesariamente significa que sus estilos de vida sean saludables.

El líder de la investigación, Gregory Miller, se mostró de acuerdo en que la falta de tiempo para el ejercicio o las "actividades restauradoras", como las vacaciones, podría ser un factor. Pero también apuntó al "precio físico directo" de luchar constantemente por alcanzar el proverbial sueño americano.

Los estadounidenses que ascienden socialmente sí mostraron un nivel más bajo de angustia psicológica. Pero las medidas usadas en el estudio quizá no hayan detectado unos problemas más sutiles, según Miller, miembro de la facultad del Instituto de Investigación en Políticas de la Universidad del Noroeste en Evanston, Illinois.

Comentó que "cuando uno habla con la gente, escucha cosas como 'llegué aquí debido a una gran determinación'. Y la actitud puede ser 'no tengo tiempo para deprimirme, no tengo tiempo para estresarme. Tengo que seguir adelante'".

Todo puede comenzar a una edad temprana, cuando un joven de una familia pobre "vence los pronósticos" y entra en la universidad, según Miller. Si su educación escolar anterior los dejó menos preparados, quizá tengan que estudiar mucho más que sus compañeros de clase más aventajados.

La mentalidad de "tengo que trabajar el doble de duro" puede persistir, sobre todo en las minorías que se enfrentan a la discriminación racial, advirtió Miller.

Otras investigaciones han vinculado ese tipo de esfuerzo con unos niveles más altos de las hormonas del estrés y con unas señales de un "envejecimiento" más rápido de las células sanguíneas, según el equipo de Miller.

Los hallazgos actuales se basan en los datos de dos estudios sobre la salud de EE. UU. que comenzaron en los años 90. En uno participó una muestra nacionalmente representativa de adolescentes a quienes se dio seguimiento hasta principios de la treintena; el otro incluyó a adultos de todas las edades.

Se consideró que los participantes ascendían socialmente si se criaron en familias que vivían por debajo de la línea de la pobreza o recibían prestaciones sociales, pero sus propios ingresos eran más altos.

En comparación con sus pares que siguieron en la pobreza, ese grupo reportó menos "estrés percibido" y síntomas de depresión, encontró el equipo de Miller. Pero fueron igual de propensos a tener el síndrome metabólico, que es un conjunto de factores de riesgo de la enfermedad cardiaca que incluye a la obesidad abdominal, y a la presión arterial, el azúcar en la sangre y el colesterol elevados.

En general, un 29 por ciento de los estadounidenses que ascendieron socialmente tenían el síndrome metabólico a los 29 años, y un 44 por ciento lo habían desarrollado ya en la mediana edad. Esto es en comparación con un 24 y un 33 por ciento, respectivamente, de las personas que fueron más privilegiadas a lo largo de toda su vida.

Los hallazgos se publicaron en la edición en línea del 28 de abril de la revista Journal of the American Heart Association.

Según Goldberg, unos ingresos más altos podrían proteger a las personas que ascienden socialmente de algunos factores estresantes importantes a los que sus padres se enfrentaron, como preocuparse por el pago del alquiler o la compra de la comida. "Pero el dinero no puede comprar salud", apuntó.

Goldberg animó a las personas que trabajan mucho a que también recuerden cuidar de sí mismas. Señaló que puede ser algo tan sencillo como salir a caminar con la familia.

Más allá, Miller apuntó a la necesidad de unos esfuerzos más amplios.

Por ejemplo, en las universidades, los estudiantes que proceden de entornos menos favorecidos pueden con frecuencia obtener ayuda académica si la necesitan, pero, dijo Miller, "no hacemos mucho por ayudarlos a sentirse más incluidos".

Uno puede sentirse aislado, anotó, "cuando no tiene suficiente dinero para ir al juego de fútbol americano, por ni hablar de ese viaje para ir a esquiar el fin de semana".

Más información

La Asociación Americana del Corazón ofrece más información sobre el síndrome metabólico.


Artículo por HealthDay, traducido por HolaDoctor.com

© Derechos de autor 2020, HealthDay

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