Asocian esperanza de vida con la educación

Un estudio halla que, en los EE.UU., los que tienen educación universitaria viven más que las personas que sólo han acabado la secundaria

MARTES 11 de marzo (HealthDay News/Dr. Tango) -- Un estudio reciente halla que la esperanza de vida en los Estados Unidos está aumentando, pero sólo entre las personas que tienen más de doce años de educación.

De hecho, los que tienen más de doce años de educación, más que un diploma de bachillerato, pueden vivir hasta los 82 años; mientras que la esperanza de vida de los que tienen doce años o menos de educación es de 75 años.

"Si observa las décadas recientes, encontrará que la esperanza de vida ha estado aumentando, lo que es bueno, pero cuando se fracciona por grupos de mayor nivel educativo, la esperanza de vida gana más terreno entre los grupos que tienen más educación", dijo la investigadora principal, Ellen R. Meara, profesora asistente de políticas de atención de la salud de la Facultad de medicina de la Harvard.

"La interrogante es por qué hemos tenido éxito en prolongar la esperanza de vida de algunos grupos. ¿Por qué no hemos logrado ese mismo éxito en grupos menos aventajados?" , se preguntó Meara.

La respuesta podría estar en el tabaco, halló el estudio.

Cerca de la quinta parte de la diferencia en mortalidad entre los grupos más educados y los menos educados podría deberse a enfermedades relacionadas con el tabaco, como el cáncer de pulmón y el enfisema, anotó Meara.

Pero la desigualdad en la esperanza de vida no se debe únicamente a la educación, destacó Meara. "Los que tienen un bajo nivel educativo son más propensos a tener menores ingresos. También es probable que residan en áreas que tienen sus propias amenazas de salud, como el crimen o viviendas en malas condiciones. Además, podrían tener un peor acceso a la cobertura de un seguro de salud y a los servicios de salud", destacó.

El estudio aparece en la edición de marzo/abril de la publicación Health Affairs.

Para el estudio, el equipo de Meara recopiló los datos de las personas que habían formado parte del estudio longitudinal sobre mortalidad a nivel nacional (National Longitudinal Mortality Study). Los investigadores usaron los certificados de defunción más las estimaciones de los datos del censo para crear dos grupos de datos, uno que cubría de 1981 a 1988 y el otro de 1990 a 2000.

Los investigadores hallaron que en ambos grupos de datos, la esperanza de vida sólo había aumentado para las personas que tenían más de dice años de educación. Sin embargo, para los que tenían doce años de educación o menos, la esperanza de vida no había experimentado cambios considerables durante esos periodos.

Cuando los investigadores compararon los datos de la década de los ochenta con la de los noventa, los que tenían más educación habían experimentado un incremento de casi un año y medio en la esperanza de vida. No obstante, en las personas que tenían menos educación la esperanza de vida sólo había aumentado seis meses.

En el periodo de 1990 a 2000, el grupo más educado había observado incrementos en la esperanza de vida de 1.6 años. Sin embargo, para los menos educados, la esperanza de vida no había aumentado en lo absoluto.

Cuando los investigadores analizaron las diferencias de género, hallaron que las mujeres menos educadas habían experimentado de hecho un descenso en la esperanza de vida. En el año 2000, las mujeres que tenían más de doce años de educación a la edad de 25 podían esperar vivir cinco años más que las mujeres menos educadas, halló el estudio.

El desafío, apuntó Meara, es determinar de qué manera se puede prolongar la esperanza de vida en todos los grupos de la sociedad estadounidense. "Necesitamos entender mejor cómo podemos aplicar el conocimiento aprendido para que estos grupos puedan tener vidas más saludables", destacó.

El Dr. David L. Katz, director del Centro de investigación preventiva de la Facultad de medicina de la Universidad de Yale, cree que combatir la pobreza y mejorar la educación son claves para aumentar la esperanza de vida entre los estadounidenses menos aventajados.

"Las disparidades en salud son un gran desafío en los Estados Unidos", subrayó. "Las personas más pobres y menos educadas son también, invariablemente, menos sanas".

Las iniciativas dirigidas a solventar las desigualdades en salud son siempre bienvenidas, pero no llegarán muy lejos si no alivian las discrepancias subyacentes en el estatus económico y educativo, destacó Katz.

"A pesar de los esfuerzos realizados entre los ochenta y los noventa para reducir la carga desproporcionada de la mortalidad y la morbilidad experimentada por los grupos étnicos y socioeconómicos más desaventajados, esas cargas aún persisten", señaló Katz. "Y la brecha en la esperanza de vida entre los más educados y los menos educados de hecho es cada vez más grande".

El mensaje final es redoblar esfuerzos para eliminar las desigualdades en salud, señaló Katz. "La salud no es un producto de la atención de salud de por sí, sino de las oportunidades y del curso de la vida de una persona. La pobreza y la educación limitada son enemigos de las oportunidades y de la salud. Los esfuerzos de la salud pública deberían combatir la pobreza y la falta de educación con el mismo ahínco con que lo hacen contra las enfermedades".

En otro informe que aparece en la misma edición de la publicación, Raquel Kimbro, profesora de sociología de la Universidad de Rice, y sus colegas hallaron que los inmigrantes de bajo nivel educativo lograban mejores resultados de salud en comparación con los estadounidenses nacidos en EE.UU., independientemente de la raza o del grupo étnico.

Los investigadores señalaron que estas diferencias deberían tomarse en cuenta a la hora de dirigir los programas para llegar a grupos específicos de personas.

Más información

Para más información sobre las disparidades en la atención de la salud, visite la U.S. Agency for Healthcare Research and Quality.


Artículo por HealthDay, traducido por Dr. Tango

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